miércoles, 14 de septiembre de 2016

Paraisos, claustros y jardines cerrados, arquetipos universales


La palabra “paraíso” denotaba originalmente a los jardines de recreo y parques amurallados de los reyes persas. Desde entonces la mayoría de las ideas que han girado entorno a un paraíso terrenal se han situado en el marco de un jardín.

Los jardines son al fin y al cabo estructuras artificiales que simbolizan la feliz cooperación entre el hombre y la naturaleza. En Persia el jardín amurallado era tradicionalmente un retiro tranquilo e inspirador en medio de la vida cotidiana.

 El tema del refugio espiritual, tuvo continuidad en la Europa medieval, como símbolo femenino y protector. De ahí que siempre encontremos fuentes en este tipo de jardines y claustros. Sus chorros de agua reluciente representan el principio femenino y el fluir de la vida en todas direcciones. Pero esta fuente de la vida, asociada a la inmortalidad, permanece oculta tras los muros del jardín. Desde el exterior es imposible saber o percibir que se esconde en un jardín amurallado, pero una vez dentro uno se encuentra con que la vida surge por todas partes de manera ordenada, estética y natural.

Un jardín cerrado es uno de los arquetipos que mejor nos describen un lugar donde meditar y evolucionar de forma personal. El jardín expresa fusión, secretos, mutabilidad, posibilidad y un intercambio entre uno mismo y la atmósfera. En casi todas las religiones y culturas el jardín representa un espacio sagrado, una unidad entre lo personal y lo impersonal.
Los jardines están apartados de los apremios de la vida común para dedicarlos al placer y la contemplación. En muchas lenguas el termino jardín significa cercado. Recuerda a un lugar tapiado, secreto, un lugar de mundos sobrenaturales que trascienden a la muerte, al desorden, al propio tiempo, espacio y energía.

El cristianismo medieval proyecto en la Virgen Madre el aspecto intimo del jardín cósmico, paradisiaco, inviolado, autogenerado y contenido. Los claustros de los monasterios medievales son un claro reflejo de todas estas creencias cristianas.

El jardín del Edén bíblico simbolizaba la inocencia primordial del mundo natural. El Paraíso tiene dos arboles: el primero es el Árbol de la Vida, que crece en el centro y significa el retorno al estado de perfección primordial. Es el árbol de la unidad que trasciende tanto el bien como el mal. De el brota, en el centro, un manantial que da nacimiento a los cuatro ríos del Paraíso, los cuales fluyen hacia los cuatro puntos cardinales y forman de ese modo la figura de una cruz.
El segundo es el Árbol del Conocimiento, de naturaleza dualista. El hombre que prueba sus frutos podrá conocer el bien y el mal, los opuestos del mundo manifestado. En muchas tradiciones existe el mito de la relación entre el Árbol del Conocimiento y la Caída del primer hombre, que pierde la inocencia del estado original y entra en el mundo dualista del bien y el mal. El fruto del Árbol de la Vida confiere inmortalidad y puede llevar nuevamente al hombre al paraíso perdido.

Para la mayoría de expertos el lugar más importante de un paraiso es, sin lugar a dudas, el centro. De Champeaux nos lo resalta con estas palabras:
“En el cruce de las cuatro avenidas del espacio, el pozo, un árbol, una columna, marcan el omophalos, el centro del mundo. Por ahí pasa el eje del mundo, esa escala espiritual cuyo pie se sumerge en las tinieblas inferiores.”

Es igualmente un centro cósmico en relación con los tres  niveles del universo. El mundo subterráneo por el pozo, la superficie del suelo, el mundo celestial con el árbol, el rosal la columna o la cruz. Además su forma rectangular abierta hacia la cúpula del cielo, representa la unión entre el cielo y la tierra. Los paraísos y jardines son el símbolo de la intimidad con lo divino, representan el orden cósmico.


El huerto cerrado por el que solo se accede por una puerta muy estrecha, simboliza las dificultades e impedimentos que es menester superar antes de alcanzar el nivel mas alto del desarrollo espiritual. El huerto cerrado también simboliza las partes intimas del cuerpo femenino.Como refugio frente al mundo su simbolismo es próximo al del oasis y al de la isla.

El cruce, punto de intersección donde convergen diferentes caminos, siempre se ha considerado como un punto con extrema potencia y significado. Es un lugar donde los dioses ambivalentes son capaces de contener y sintetizar  las fuerzas que fluyen y convergen. Estamos ante una matriz de unión, pero también de separación y división, de encuentro y de despedida.

En términos legendarios en los cruces y encrucijadas, es donde se hace los pactos con el diablo. Galembo nos relata como, “ la encrucijada es el lugar donde los mortales pueden contactar con los invisibles.”

En la obra “A Crossing Place”, Richard Long nos resalta la importancia de este punto central de cruce: “la encrucijada representa un punto crucial de transición en nuestra vida.”
El Vaticano es el primero en conocer la transcendental relevancia de este lugar central del jardín cerrado, como ya analizamos en el artículo dedicado a la doble esfera vaticana. En el centro del Patio de La Piña del Vaticano, dónde había una hermosa fuente, ahora han instalado una "escultura moderna" en forma de doble esfera dorada. Estamos ante una doble esfera que tiene "gato encerrado", como tantas y tantas cosas del Vaticano.


En un próximo artículo intentaremos descifrar la importancia simbólica de las fuentes y los estanques, tan habituales en todos los jardines. El Patio de la Piña debe ser la excepción que cumple la regla.

PAZ
Johnny McClue 2016

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